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Cortejo.COVid

  • Foto del escritor: Latriglia´s Voice
    Latriglia´s Voice
  • 5 may 2020
  • 3 Min. de lectura

Durante este confinamiento obligatorio que estamos teniendo a nivel mundial por la pandemia del COVID19 no pueden faltar esos amores que están en remojo, esas personas que nos gustan, nos atraen por fotos y por qué no, por lo que hemos alcanzado a conocer en esta cuarentena.


Es increíble como la vida nos ha cambiado a todos, nos ha puesto un freno de mano y un STOP en seco, donde empezaban historias de amor y tuvimos que dejarlas en standby, donde quedaron pendientes tantos cafés, copas, fiestas o un simple abrazo o un beso.



De volver hablar con una persona durante muchos días sin que pase nada nuevo por contar en realidad, más que desayunar, limpiar la casa e inventarse cualquier actividad, algunos siguen trabajando otros no, actividades como ejercicio, juegos online, arreglos de casa, leer, cursos etc. Pero aun así nos sobra tiempo y ese tiempo lo invertimos en esta nueva conquista.


Es aquí cuando entran estas personas, y nos volvemos a sentir como adolescentes, donde nos cortan las alas sin dejarnos salir de casa y empezamos a tener contacto con la persona que nos gusta por medio de la pantalla de un teléfono.

Donde la video llamada es el contacto más íntimo y podemos quedarnos hablando tranquilamente por horas tratando de analizar los gestos de la cara, las sonrisas y las miradas, jugando a las preguntas y curiosidades del otro, lidiando con internet intermitente, auriculares incomodando en nuestros oídos y no hablando muy alto para no incomodar la gente con la que vivimos; una nota de voz nos hace sentir más cerca, escuchar su voz es como si nos llamaran al teléfono en los años 90 y un mensaje de WhatsAppnos hace hiperventilar y es nuestro pasa tiempo preferido.


Tratamos de hacer mil planes a futuro y la famosa frase de: ‘nos veremos cuando todo esto pase’, se ha vuelto de moda, pero en realidad no tenemos una fecha concreta de cuando finalice todo esto y ni idea de cuándo serán estos encuentros y si se hagan realidad los mil planes creados.


Los horarios los tenemos en desorden, y si conciliamos el sueño es sobre las 2 am y nos levantamos relativamente tarde. Nos acostamos pensando en esta persona y hablando con ella hasta que nos venza el sueño, nos levantamos tratando de crear cierta rutina, con unos ‘buenos días’ en horas de la tarde, un ¿qué desayunaste? o una foto del desayuno se ha convertido en la forma de saber cómo está la otra persona.


Lo difícil de esto no son los primeros días porque es igual a lo que veníamos haciendo anteriormente mediante las redes sociales, que nos poníamos rápidamente en contacto, entablábamos una conversación y hacíamos realidad un encuentro a los pocos días.
Esta vez lo realmente difícil es mantener viva las ganas, el interés y no aburrirse y morir en el intento.

Como les comentaba anteriormente, parece como si volviéramos a la adolescencia, ya que no nos dan permiso de vernos con esta persona y nos morimos de las ganas de que termine todo esto para tener un contacto real y físico.

No se sabe que pueda pasar, puede que estemos formando lazos fuertes como lo eran antiguamente, en vez de cartas escritas a mano, o llamadas por teléfono fijo se han convertido en mensajes instantáneos y respuestas inmediatas.


La generación de nuestros padres se enamoraba de la persona, de su esencia, había paciencia, interés y cortejo y no eran relaciones banales y carnales como el amor moderno, que lo primero que vemos es el físico y después hacemos el resto de pasos, sí, esos de conocer a la persona.


O que pase el efecto contrario y todo era parte de nuestra imaginación y nuestra idealización y haya cero química a la hora de verse con esta persona, sea como sea la enseñanza que está dejando esta cuarentena es que tenemos que reestructurar la forma en cómo nos estamos relacionando, que es verdad que echamos de menos los encuentros casuales, conocer gente para tontear, pero es más importante conectar con una persona en su diario vivir sin tener aún mucho qué contar, y darnos cuenta si somos compatibles en valores y estilos de vida para no tener tantos fallos en las relaciones y desamores.

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